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Éder, el "penúltimo" oriundo que amenaza el futuro del campeón

Éder, el "penúltimo" oriundo que amenaza el futuro del campeón

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EFE

El jugador que puede romper las ilusiones de la selección española, el lunes en París, nació en Brasil hace casi 30 años y no llegó a la Liga italiana hasta 2005.

Óscar González
Éder Citadins Martins es el "penúltimo" de los "oriundi", un asimilado que ha tenido que superar una fuerte oposición en Italia, pero que siempre tuvo el apoyo del técnico Antonio Conte, que aprecia tanto su velocidad como su espíritu de lucha. Su capacidad para presionar a la defensa rival, junto con Graziano Pèlle, pondrá a prueba los nervios de Sergio Ramos y Gerard Piqué.
Éder se llama así en honor de Éder Aleixo de Assis, aquel poderoso centrocampista de la maravillosa selección brasileña del Mundial de España'82. Los potentísimos disparos de aquel Éder le convirtieron en el ídolo de su padre.
Nacido en Lauro Müller, en el estado de Santa Catarina, al sur de Brasil, donde un tercio de su población es de origen italiano, Éder jugó dos temporadas en el Criciuma, antes de probar en el fútbol italiano, en 2005.
Fabricó su carrera desde abajo, en clubes menores donde la exigencia es máxima (Émpoli, Frosinone, Brescia, Cesena) hasta que, a base de goles -máximo goleador en la serie B en 2009-10- llegó al Sampdoria en 2012. Dos años y medio después, Antonio Conte le convocó para la selección, con 28 años.
Con doble nacionalidad ya que su abuelo, italiano de Vicenza, emigró a Brasil en 1891, la llamada de Éder a la "azzurra" reabrió la vieja polémica de los "oriundi".
"Los jugadores italianos merecen jugar en la selección. Los que no han nacido en Italia, aunque tengan pasaporte, no", dijo Roberto Mancini, que ha dirigido a Eder en el Inter de Milán esta temporada.
Y, por supuesto, la Liga Norte, también terció en la discusión. "No me gustan los pasaportes de turistas. Me da igual que sea italiano el abuelo, el tatarabuelo o el tío. No me gusta cómo pueden escoger a qué equipo nacional representar", afirmó el diputado Matteo Salvini al respecto.
Un debate permanente desde hace medio siglo, cuando los malos resultados de la selección transalpina motivaron el cierre de fronteras.
Hasta entonces, Italia se había surtido de "oriundi" sin complejos desde que un argentino Eugenio Mosso, interior derecho del Torino jugase un partido internacional en 1914 vestido de azul.
El apogeo de los "oriundi" llegó en los años 30, cuando Vittorio Pozzo reclutó a muchos de los mejores jugadores sudamericanos para su selección, algunos de los cuales ya habían sido estrellas del primer Mundial.
Los argentinos Luis Monti, Raimundo Orsi, Enrique Guaita y Attilio de María, más el brasileño Anfilogino Guarisi "Filó" fueron admitidos sin complejos en la selección italiana en pleno apogeo el fascismo y sus mensajes sobre la supremacía de la raza. Pese a la aparente contradicción, Benito Mussolini supo darle la vuelta a la situación; Italia "colonizaba".
Con los oriundi, Italia conquistó dos Mundiales y siguieron llegando estrellas, incluidos los héroes del Maracanazo (Alcides Ghiggia y Juan Alberto Schiaffino) o un Balón de Oro (Omar Sívori), pero los resultados no fueron los mismos. Italia no hizo nada relevante en los Mundiales de 1950, 54 y no se clasificó para el 58. A comienzos de los 60 se cerró la puerta a los extranjeros. El último oriundi fue Angelo Sormani, que jugó un partido en octubre de 1963.
Durante 40 años nadie reabrió el asunto, hasta la convocatoria del argentino Mauro Camoranesi, otro jugador guerrero que aportaba sobre todo carácter. Camoranesi, con abuelo italiano, se encontró una fuerte oposición, porque incluso se había dejado querer por la selección albiceleste de Marcelo Bielsa, pero su concurso fue decisivo en la consecución del título mundial en Alemania 2006.
Diez años después, cuando Italia vuelve a ilusionarse con su selección, la presencia en la Eurocopa de Éder, en un equipo en el que ya había otro brasileño, Thiago Motta, despertó recelos. No había jugado mucho en el Inter de Mancini y, con su presencia en la selección, tampoco aportaba muchos goles. "No tengo que demostrarle nada a nadie mas que a mi entrenador y a mis compañeros", dijo en Montpellier antes de que comenzase la competición, con el debate aún abierto.
Sin embargo, su gol en el minuto 88 frente a Suecia, que dio a Italia la clasificación como primera de grupo con un partido de antelación, acabó con cualquier polémica. Ya nadie rebusca en su pasado y todos confían en el "brasileño" para acabar con la mala racha frente a España. El lunes, uno de los 44 "oriundi" que ha tenido la "azzurra" será la gran amenaza de los de Del Bosque.

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