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Kouba, del banquillo a los banquillos

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Foto autor
Juan José Lahuerta / EFE

La foto del checo Petr Kouba como entrenador de porteros de la selección sub 17 de Chequia, luce en la página web oficial de la Federación de su país como si casi no hubiera pasado el tiempo para el exportero del Deportivo de La Coruña. Kouba, un prometedor guardameta que se quedó sin el premio del éxito, ahora entrena a los chavales de su país.

La historia de Kouba está llena de altibajos. Rozó la gloria y tan pronto como casi la alcanzó, se vino abajo por una jugada que tal vez marcó su carrera. Fue la del gol de Oro de Oliver Bierhoff, en la final de la Eurocopa de 1996, en la que sus manos, inexplicablemente, se doblaron hacia atrás ante un balón fácil que se introdujo en su portería para dar el título a Alemania.
Antes, Kouba se había erigido como uno de los héroes de aquel equipo en el que destacó Karel Poborsky y despuntaba un joven Pavel Nedved. Sus actuaciones en cuartos de final frente a Portugal con varias paradas de mérito, y en semifinales contra Francia, deteniendo el penalti decisivo de la tanda a Reynald Pedrós, llevaron lejos a la República Checa.
Pese a el fallo en aquella final de la Eurocopa de Inglaterra, Kouba consiguió brillar en un escaparate importante y consiguió un traspaso al Deportivo de La Coruña. Llegó como una estrella y, de manera sorprendente, acabó siendo suplente de un hasta entonces desconocido Jacques Songo'O.
En las cinco temporadas que estuvo en el Deportivo sólo participó en siete partidos. Un par de ellas las pasó cedido en el Kaiserslautern alemán y en el Viktoria Zizkov. En ninguno de esos clubes, jugó. Cuando acabó su contrato con el conjunto gallego, se marchó al Jablonec, donde tampoco sumó partidos, y acabó su carrera en el Sparta Praga, en el que en dos cursos consiguió participar en 26 encuentros.
Esa fue la decadencia escalonada de un jugador que lo tuvo todo y que al final no consiguió establecerse en ningún sitio. El tanto de Bierhoff pudo ser el principio de su final, pero para Kouba siempre hubo un hueco en los banquillos.
Allí donde terminó su carrera profesional, la continuó, y se convirtió en un buen preparador de porteros. Primero, en el Sparta Praga, y ahora, en su selección con los chavales, donde forma a los cachorros del combinado checo.
Curiosamente, su padre, el portero Pavel Kouba, también vivió un momento mágico con Checoslovaquia. Fue subcampeón en el Mundial de Chile 1962. Eso sí, vio todos los partidos desde el banquillo, casi como su hijo, que, desde aquel Gol de Oro gol de Bierhoff apenas disfrutó de la titularidad. Su futuro estaba en la enseñanza futbolística, con la que ahora disfruta.

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