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Italia 1968, la 'moneda de Dios' y la gesta de la 'Azzurra'

Italia 1968, la 'moneda de Dios' y la gesta de la 'Azzurra'

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J. R.

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La tercera edición del torneo continental a nivel de selecciones estuvo marcada por el azar y la fortuna, que sonrieron a una Italia a la que se le ha caracterizado desde ese momento por una suerte sonriente con la que casi siempre ha podido disfrutar. También por su búsqueda continua de ésta, solo encontrada si se ha conseguido llegar a los partidos decisivos de la competición.

En 1968, el idilio de los italianos con la ventura tuvo su máximo exponente para conquistar la primera y única Eurocopa de su historia. Y es que no fue más que un 'cara o cruz' lo que determinaría que la selección italiana estuviera en su final, un simple lanzamiento al cielo de una moneda que cayó del lado de la 'Azzurra' y que le llevó directamente a semifinales tras empatar ante la URSS. Sin tanda de penaltis, la dichosa fortuna de una moneda sería el recurso elegido para desempatar. Algo inaudito hoy en día.

Un método que contrastó con el progreso del torneo, que como cuatro años antes, seguía desarrollándose tanto en el nivel de organización como en popularidad. 31 selecciones serían las participantes en esta tercera edición, gracias a la inclusión por fin de una Alemania Federal ausente en las dos anteriores, por lo que se introdujo con ello un nuevo sistema de competición compuesto por primera vez por una fase de grupos para acceder a la ronda de cuartos de final.

España se quedó sin jugar una fase final llena de sorpresas

La vigente campeona de Europa, que había sufrido una transición de jugadores por el cambio generacional tras su victoria en 1964, no tuvo suerte en ningún momento para poder repetir título. Primero tras un sorteo en el que quedó encuadrado en uno de los grupos más complicados, junto a Turquía, Irlanda y Checoslovaquia, todas ellas en el mejor momento futbolístico de su historia.
Pese a ello, la Roja logró su clasificación como primera de grupo y únicamente sufrió una derrota, en Praga. Pero la mala fortuna para los españoles no se quedó ahí, y en cuartos de final tuvo que verse las caras con la actual campeona del mundo, la Inglaterra de Bobby Charlton, Roger Hunt o Geoff Hurst, entre otros, que acababa de conquistar un Mundial solo dos años antes.
Los españoles, vigentes campeones de Europa, no pudieron con los ingleses de Bobby Charlton en cuartos, la mejor selección del mundo, y se quedaron fuera de la fase final de Italia
España plantó cara pese a caer en ambos partidos y no pudo pasar a la fase final en esta ocasión. Los ingleses se impusieron primero en Wembley por la mínima, con un tanto de Charlton, mientras que un mes después, en el Bernabéu, la remontada no pudo llevarse a cabo, aunque los nuestros consiguieron adelantarse en el marcador con un tanto de Amancio Amaro. Sin embargo, Inglaterra le dio la vuelta al marcador con goles de Martin Peters y Norman Hunter y acabó con el sueño de los españoles. Amancio, Gento, Pirri o Zoco se quedaron sin repetir título.
Además de Inglaterra, son Italia y, de nuevo, Yugoslavia y la URSS las cuatro selecciones que disputarán la fase final del torneo. En esta ocasión, la sede elegida por la UEFA sería Italia, lo que elevó las posibilidades de los 'transalpinos' de conquistar un nuevo título 30 años más tarde. Yugoslavia se mediría a los ingleses, mientras que la URSS se vería las caras con el anfitrión. Todo iba encaminado hacia una final entre los de Bobby Charlton y los subcampeones de Europa, ambos favoritos.

Pero todo salió al revés de lo previsto, y la primera sorpresa llegaría de la mano de los yugoslavos, que se impusieron contra todo pronóstico a Inglaterra en el Artemio Franchi de Florencia gracias a una genialidad de Dragan Dzajic. Una victoria que le valía a Yugoslavia para alcanzar su segunda final en las tres Eurocopas disputadas hasta el momento, y acabar con el sueño del 'doblete' de los ingleses, que eran claros favoritos.
Aún más sorprendente sería si cabe el devenir de la segunda semifinal. No solo por quién se clasificó, sino por la manera con la que lo logró. Con la primera Eurocopa de la historia en su poder, el subcampeonato de la segunda, y las semifinales del último Mundial en Inglaterra, pocos no situaban a la URSS en la final. Pero su enfrentamiento ante los anfitriones en Nápoles daría para mucho más, algo a lo que la influencia del balón no llegaría hasta tal punto para determinar el pase.

El 'cara o cruz' más decisivo que se recuerda en la historia del fútbol

Los italianos hicieron suyo un partido al que llevaron al extremo de lo táctico, sin apenas ocasiones y donde el público era el máximo aliado del combinado local. 120 minutos en los que nadie pudo marcar, lo que llevó a la incertidumbre en las gradas del estadio San Paolo ante el primer empate en una fase final del torneo. La proximidad del partido decisivo, que impidió que se programara uno de desempate, y la no estipulación en esos años de la recién nacida tanda de penaltis en Cádiz, llevaron a tomar al colegiado Tschenscher una de las decisiones siempre recordadas en el mundo del fútbol.
Una moneda decidiría el finalista de Europa. Nunca la fortuna había tenido tanta relevancia en un torneo de dichas características. Solo los dos capitanes y el árbitro saben lo que ocurrió en los vestuarios del estadio italiano. Las leyendas de San Genaro, la intervención de la Camorra o del público italiano para que la moneda cayera del lado por el “equilibrio místico” italiano quedarán para siempre en el tintero.
Nunca la fortuna o el azar tuvo tanta relevancia y protagonismo en un torneo de dichas dimensiones. Un momento único que en Italia todavía intentan desmitificar
El propio capitán de aquella 'Azzurra' ha tratado en varias ocasiones de desmitificar el hecho. Incluso llegó a especificar que tuvieron que ser dos los intentos ya que en el primero de ellos, la moneda cayó por una grieta del suelo y el colegiado tuvo que volver a lanzarla, cayendo por el lado de la cara, lo que había pedido Giacinto Facchetti. El jugador italiano saltó de inmediato al césped para celebrarlo con sus compañeros y San Paolo, que había quedado enmudecido, explotó en gritos de emoción. Un suceso que actualmente sería imposible de presenciar, solo parecido a la sensación tras una tanda de penaltis, que no llegaron a imponerse por la FIFA hasta los años 70.
El azar acabó con una selección soviética potente que se quedó sin disputar su tercera final europea consecutiva, y metió a Italia en su primera final a nivel continental ante la Yugoslavia de Dzajic. Los italianos se sobrepusieron a la fortaleza de su rival, favorito tras eliminar a los mejores del mundo, y pese a no contar con Riva ni con Gianni Rivera, dos de sus mejores jugadores, consiguieron empatar un encuentro que comenzaron perdiendo con un gol de la estrella yugoslava.

El tanto de falta de Domenghini a diez minutos del final llevó al partido de desempate la final. Esta vez sin moneda decisiva, los italianos aprovecharon el golpe moral de haber empatado en los últimos instantes del anterior partido y, cambiando totalmente su planteamiento para esta segunda final, mucho más ofensivo, lograron sorprender a un conjunto yugoslavo que ya se veía campeón.
Riva, recuperado milagrosamente de su lesión, y Pietro Anastasi hicieron los dos goles en el Olímpico de Roma que proclamaron a Italia campeona de Europa y conquistando un título 30 años después de una sequía que no parecía tener fin. Con este triunfo, Italia estableció las bases para una década triunfal en la que también serían subcampeones del mundo dos años después.
La apuesta de Valcareggi, seleccionador italiano, del fútbol ofensivo y de calidad para el segundo partido por encima de la táctica fue decisiva para llevar a Italia a la conquista de Europa. Pero nada de eso hubiera sido posible sin la fortuna y el azar de una simple moneda. La suerte, como bien saben los italianos, no llega nunca sin buscarla.

 
 
 
 

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